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Archive for the ‘Libros’ Category

El Gobierno Electrónico no deja de ser un producto y, como tal, deben existir estrategias que fomenten su implantación y uso más allá de las campañas publicitarias y anuncios de prensa. Una interesante referencia para entender los mecanismos sociales permiten la difusión de ideas productos y comportamientos es el libro « The tipping point: How little things can make a big difference» de Malcom Gladwell. Es un libro ya antiguo, pero al que me he aproximado por primera vez recientemente. Aconsejo su lectura a cualquiera bajo la óptica de cómo se aplicaría a los productos o ideas con los que trabaje de modo habitual.

Gladwell parte de la base que todo producto o idea se expande bajo las reglas de las epidemias. Existen unos agentes propagadores, un virus que propagar y un entorno en que se difunde. Ninguno de estos tres componentes es definitivo de por sí, aunque puede serlo, y la máxima efectividad de una epidemia se alcanza optimizando los tres a un mismo tiempo.

Gladwell identifica tres componentes claves para alcanzar el éxito en la difusión de un mensaje:

  • Ley de unos pocos, identificando tres tipos de individuos como críticos en la difusión de un mensaje: Conectores (puentes entre círculos sociales), Mavens (término yiddish para brokers desinteresados de información) y Vendedores (los que persuaden de la bondad del mensaje). Si bien ambos tipos pueden fusionarse en una sóla persona, el autor los mantiene acertadamente como diferenciados.
  • Factor de aceptación, que identifica con aquel empaquetado del mensaje que hace que éste arraigue en una massa crítica de personas.
  • Poder del contexto, las condiciones de entorno que en un momento dado favorecen el éxito del mensaje

Supongo existen muchas posibles extrapolaciones al caso del Gobierno Electrónico.  Comenzando con la Ley de unos Pocos, podríamos identificar conectores y mavens tanto con empleados públicos como con elementos de prestigio en colectivos sociales, pudiendo jugar ambos al mismo tiempo ambos roles. Campañas específicas de difusión entre estos actores del Gobierno Electrónico sería un primer factor clave para su implantación, jugando un papel de multiplexores y amplificadores del mensaje, a través de medios presenciales o redes sociales.  Los vendedores habrían de ser los máximos responsables políticos, existe sin embargo un nivel de implicación mejorable en este aspecto. Algún caso de máximo responsable político implicado se puede señalar (e.g. el actual Ministro de Justicia y el Registro Civil Electrónico), pero harían falta más mensajes relacionados con el Gobierno Electrónico en las primeras páginas de los periódicos.

El aumento del factor de aceptación del  Gobierno Electrónico iría de la mano de cambios en su presentación.  Una mayor adaptación de los servicios transaccionales a las necesidades de uso de los ciudadanos y empresas basado en empaquetado por eventos vitales y servicios de información reempaquetables apoyándose en formatos M2M (Machine-to-Machine).

Y finalmente el poder del contexto. Gladwell defiende aquí los pequeños cambios de contexto y el poder multiplicador del grupo. De la mano de conectores y mavens propios de colectivos sociales, ejecutar la difusión dentro de cada colectivo social y el diseño adaptado a sus necesidades.  Otra posible acción es llevar los servicios electrónicos allí dónde se necesitan, al contexto dónde son necesarios. Un ejemplo sería dotación de terminales desatendidos preparados para ser utilizados con el DNI-e y   dónde se presentaran los servicios propios de ese entorno (e.g. servicios de educación en colegios y universidades).

Son simples pinceladas para la mayor difusión del Gobierno Electrónico surgidas de una lectura de Malcom Gladwell. Más son posibles.

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Debido a mi buen comportamiento a lo largo del año 2009, y en previsión de la buena conducta de la que voy a hacer gala en el año 2010, he sido agraciado durante las fiestas de invierno con un lector de libros electrónicos. Dado mi consumo voraz de libros con fines personales y profesionales, mi nuevo gadget me permitirá aportar mi parte alicuota en la lucha contra el cambio climático.

Mis circunstancias personales no son únicas. Amazon ha vendido un número mayor de sus  libros electrónicos para sus lectores (propietarios y cerrados) que de libros en papel. Es probable que, cómo piensa Seth Godin, estemos asistiendo al principio del fin de la era de Guttenberg. La última barrera a la desmaterialización de la creación cultural e intelectual de masas ha caído.

Es quizás por ello que, como escribía hace unas semanas en «El País» Jose Maria Lassalle, es necesario abrir un debate con luz y taquígrafos sobre el futuro de los sistema de garantía de la propiedad intelectual en el mundo digital. Aunque esté en las antípodas ideológicas de esta persona, coincido con él que es un debate del que saldríamos beneficiados las partes más interesadas en la cadena del negocio, creadores y consumidores. Los creadores, porqué tendrían asegurado un marco en desarrollar su actividad. Los consumidores, porque tendríamos acceso a productos culturales de calidad. Que este debate es necesario más allá de los intereses electoralistas de algunos, lo atestigua que día más tarde Rodríguez Ibarra escribió en el mismo periódico otro interesante artículo al respecto. La promoción de este debate no es una cuestión ni de derechas ni de izquierdas, sino de interés por la continuación de un proceso creativo lo más crítico e independiente del poder posible.

Dado que soy un consumidor y no un creador, voy a justificar la segunda de mis afirmaciones basándome en mi experiencia personal en estos días, y porqué a los consumidores nos interesa.

Una primera acción, comprensible, por parte de todo aquel que ama los libros al recibir un lector de libros electrónicos es tratar de reconstruir virtualmente su biblioteca personal, al menos en lo referente a obras ya de dominio público. Ello supone claramente una barrera para una adopción decidida de la tecnología. Pero además, las fuentes a las que uno recurre para ello, incluso para las obras de dominio público, le hacen albergar cuando menos dudas sobre la fidelidad de lo descargado respecto a la obra original. Existe por tanto claramente el riesgo de una distorsión de la herencia literaria acumulada en el curso de la migración digital.

Otro hecho que me ha llamado la atención es el falta de acceso a novedades editoriales en lengua castellana en formato electrónico. A fecha 30/12/2009, la FNAC no vendía libros electrónicos en su web para el mercado español, «El Corte Inglés» y la Casa del Libro tenían un catálogo decepcionante (esto supongo que responsabilidad de los editores) y en formato pdf (poco apto para los lectores de libros electrónicos). El caso de la FNAC llama la atención, ya que en la web para el mercado Francés si venden libros electrónicos. ¿Cómo esperan que aquellos que disponen de lectores hagan uso de los mismos para leer obras que no sean de dominio público? Aquellos que disfrutamos leyendo en otros idiomas podemos recurrir a librerías virtuales del ámbito anglosajón, los restantes, se ven claramente empujados a la ilegalidad. De nuevo, recurrir a este mercado implica una degradación de la calidad, con formatos dispares y contenidos de dudosa fuente. Creo que tenemos  tanto derecho como el resto de ciudadanos europeos de disfrutar de nuestra cultura en este nuevo formato.

Son dos anecdotas, pero que sirven para ilustrar las dificultades de aquellos que hemos decidido adoptar de modo temprano la tendencia tecnológica de los libros electrónicos. Nos anuncían que para Mayo todo habrá cambiado, y existirá una rutilante plataforma de venta montada por editores para uso por los libreros. Largo me lo fiais. Luego vendrá el rechinar de dientes por parte de aquellos que no aprenden ni de las lecciones recibidas en su propia carne.

Y el problema es que la nueva parálisis de quien tiene que mediar nos afecta a todos, al menos mientras sean los que compensan al que crea. Y eso es lo que más me preocupa como ciudadano de este debate, y la razón por la que creo de la necesidad de abrirlo lo más posible, son las obvias consecuencias a medio plazo: ¿Se convertirá la cultura de nuevo en un arma de los poderosos? Hace falta poco conocimiento para ver que la producción cultural critica es, sobre todo, una consecuencia de la socialización del mecenazgo que supuso el consumo de masas de los productos de los creadores. Hasta el siglo XIX, toda creación dependía en gran medida de un poderoso que acogía a un creador. Es el riesgo oculto del gratis total que denunciaba Savater en el ruido del debate, y que parece interesa a poca gente.

Tras el debate de la creación y su compensanción en la era digítal, se encuentran nuestros derechos como consumidores, pero también nuestros derechos como ciudadanos. No pensemos sólo como consumidores al tomar posturas.

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Entre mis lecturas de verano figura el libro «The Black Swan: The impact of the highly improbable». A tenor de lo que llevo leido, lo considero de lectura imprescindible para los que como yo tienen una visión escéptica de la vida.

Hasta la colonización de Australia, se consideraba que los cisnes negros no existían. Todo cisne que se había visto era de color blanco. Y sin embargo, en Australia un día apareció un cisne negro, cambiando con ello lo tenido por verdadero en la ciencia de la ornitología.

El autor utiliza el cisne negro como metafora de los eventos inesperados, que tienen alto impacto en nuestras vidas y son explicables de modo retroactivo. El 11-S o las crisis económicas (el libro está escrito antes de la presente) son ejemplos que permiten entender de modo fácil qué considera el autor un cisne negro. Nuestra incapacidad para prever los cisnes negros se basa en nuestro sistema de pensamiento:

  • Tiende a ser selectivo a la hora de identificar, tomando sólo aquellos que corroborán nuestras ideas preestablecidas
  • Deshecha la existencia de eventos cisnes negros aunque estos acaecen una y otra vez
  • Rechaza todo aquello que contradice nuestras ideas preestablecidas

Entre los ejemplos que el autor pone sobre la mesa para mostrarnos de modo práctico su teoría figura la vida del pollo de corral (historia debida a Russel). El pollo de corral ve transcurrir sus días alimentado por el hombre. No hay día que pase sin que le den comida a cambio de nada, llegando a considerar a la especie humana como su benefactora. El pollo de corral llega a pensar que la vida será por siempre así, comida a cambio de nada … y cuando está más confiado le retuercen el cuello.

Sustituyamos pollo por empleado público. Lo dicho sigue siendo válido con el erario público como benefactor.

Claramente, un cambio en el estatus del empleado público, en especial de los funcionarios, es un ejemplo de potencial cisne negro. En el cual confluyen las tres características antes enumerados:

  • Partimos de la idea que empleado público es un puesto para toda la vida, sin recordar que la existencia de una función pública no sometida a los cambios partidarios no ha sido una constante
  • Pensamos que es imposible que el estatus de un empleado público no puede variar, como si no hubiera habido países que han variado de un día para otro el estatus de funcionarios (e.g. Italia)
  • Rechazamos todo aquello que contradice nuestra visión, olvidando pronto declaraciones o hechos encaminados a la reducción de las actividades desempeñadas por los empleados públicos

Como aunque anónimo no dejo de ser humano, prefiero creer que éste cisne negro será de los que no levanten el vuelo.

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