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Posts Tagged ‘e-book’

Época de presupuestos reducidos. Vamos a ver si conseguimos hacer una serie sobre servicios de bajo coste de utilidad ciudadana. Por lo pronto aquí va una primera idea. Acepto mensajes directos de twitter para debatir otras y exponer resultados.

La venta de dispositivos lectores e-books en España se ha disparado. A pesar de su aún elevado precio, se estima que se vendieron en España unas 100.000 unidades estas Navidades, un 500% más que el año anterior. El lanzamiento del iPad a  lo largo de este año tendrá un efecto tirón sobre el resto de los dispositivos lectores que se espera bajen su precio.

Sin embargo, y tal como aludía en una entrada anterior de esta bitácora, se pueden adquirir aún pocos e-books. Es un mercado bajo mínimos a pesar de su potencial. Los editores se resisten en España a que el negocio arranque.

¿Y los documentos de las AAPP? Soy gusano de biblioteca digital, y aún no he encontrado en ninguna AAPP, nacional o internacional, documentos en formato epub (estándar más aceptado). Dado la mala adaptación que el formato pdf tiene a mi dispositivo lector ello supone que, a pesar  de querer evitarlo, sigo consumiendo papel.

Las AAPP tienen que empezar a predicar con el ejemplo a los editores, y facilitar sus publicaciones en formato epub. El coste añadido de publicar en un segundo formato además del pdf es mínimo, y en cualquier cadena de publicación web medianamente bien hecha supone incluir tan sólo una rutina. Herramientas para ello existen, algunas de libre distribución.

A ver si pronto comenzamos a ver e-books en las páginas de las AAPP. Seguro que más de un ciudadano lo está esperando.

Por lo pronto, yo me voy con mis e-books unos días debajo de un cocotero.Un feliz largo puente de primavera a todos.

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Debido a mi buen comportamiento a lo largo del año 2009, y en previsión de la buena conducta de la que voy a hacer gala en el año 2010, he sido agraciado durante las fiestas de invierno con un lector de libros electrónicos. Dado mi consumo voraz de libros con fines personales y profesionales, mi nuevo gadget me permitirá aportar mi parte alicuota en la lucha contra el cambio climático.

Mis circunstancias personales no son únicas. Amazon ha vendido un número mayor de sus  libros electrónicos para sus lectores (propietarios y cerrados) que de libros en papel. Es probable que, cómo piensa Seth Godin, estemos asistiendo al principio del fin de la era de Guttenberg. La última barrera a la desmaterialización de la creación cultural e intelectual de masas ha caído.

Es quizás por ello que, como escribía hace unas semanas en «El País» Jose Maria Lassalle, es necesario abrir un debate con luz y taquígrafos sobre el futuro de los sistema de garantía de la propiedad intelectual en el mundo digital. Aunque esté en las antípodas ideológicas de esta persona, coincido con él que es un debate del que saldríamos beneficiados las partes más interesadas en la cadena del negocio, creadores y consumidores. Los creadores, porqué tendrían asegurado un marco en desarrollar su actividad. Los consumidores, porque tendríamos acceso a productos culturales de calidad. Que este debate es necesario más allá de los intereses electoralistas de algunos, lo atestigua que día más tarde Rodríguez Ibarra escribió en el mismo periódico otro interesante artículo al respecto. La promoción de este debate no es una cuestión ni de derechas ni de izquierdas, sino de interés por la continuación de un proceso creativo lo más crítico e independiente del poder posible.

Dado que soy un consumidor y no un creador, voy a justificar la segunda de mis afirmaciones basándome en mi experiencia personal en estos días, y porqué a los consumidores nos interesa.

Una primera acción, comprensible, por parte de todo aquel que ama los libros al recibir un lector de libros electrónicos es tratar de reconstruir virtualmente su biblioteca personal, al menos en lo referente a obras ya de dominio público. Ello supone claramente una barrera para una adopción decidida de la tecnología. Pero además, las fuentes a las que uno recurre para ello, incluso para las obras de dominio público, le hacen albergar cuando menos dudas sobre la fidelidad de lo descargado respecto a la obra original. Existe por tanto claramente el riesgo de una distorsión de la herencia literaria acumulada en el curso de la migración digital.

Otro hecho que me ha llamado la atención es el falta de acceso a novedades editoriales en lengua castellana en formato electrónico. A fecha 30/12/2009, la FNAC no vendía libros electrónicos en su web para el mercado español, «El Corte Inglés» y la Casa del Libro tenían un catálogo decepcionante (esto supongo que responsabilidad de los editores) y en formato pdf (poco apto para los lectores de libros electrónicos). El caso de la FNAC llama la atención, ya que en la web para el mercado Francés si venden libros electrónicos. ¿Cómo esperan que aquellos que disponen de lectores hagan uso de los mismos para leer obras que no sean de dominio público? Aquellos que disfrutamos leyendo en otros idiomas podemos recurrir a librerías virtuales del ámbito anglosajón, los restantes, se ven claramente empujados a la ilegalidad. De nuevo, recurrir a este mercado implica una degradación de la calidad, con formatos dispares y contenidos de dudosa fuente. Creo que tenemos  tanto derecho como el resto de ciudadanos europeos de disfrutar de nuestra cultura en este nuevo formato.

Son dos anecdotas, pero que sirven para ilustrar las dificultades de aquellos que hemos decidido adoptar de modo temprano la tendencia tecnológica de los libros electrónicos. Nos anuncían que para Mayo todo habrá cambiado, y existirá una rutilante plataforma de venta montada por editores para uso por los libreros. Largo me lo fiais. Luego vendrá el rechinar de dientes por parte de aquellos que no aprenden ni de las lecciones recibidas en su propia carne.

Y el problema es que la nueva parálisis de quien tiene que mediar nos afecta a todos, al menos mientras sean los que compensan al que crea. Y eso es lo que más me preocupa como ciudadano de este debate, y la razón por la que creo de la necesidad de abrirlo lo más posible, son las obvias consecuencias a medio plazo: ¿Se convertirá la cultura de nuevo en un arma de los poderosos? Hace falta poco conocimiento para ver que la producción cultural critica es, sobre todo, una consecuencia de la socialización del mecenazgo que supuso el consumo de masas de los productos de los creadores. Hasta el siglo XIX, toda creación dependía en gran medida de un poderoso que acogía a un creador. Es el riesgo oculto del gratis total que denunciaba Savater en el ruido del debate, y que parece interesa a poca gente.

Tras el debate de la creación y su compensanción en la era digítal, se encuentran nuestros derechos como consumidores, pero también nuestros derechos como ciudadanos. No pensemos sólo como consumidores al tomar posturas.

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